Ciertamente, la Coronación de la Señora es por muchos motivos
el acto mariano más importante que ha tenido lugar en Córdoba a lo largo de los
siglos, pero principalmente por la identificación devocional de todo un pueblo
con una imagen y, por supuesto, por la magnitud de su celebración.
En Junta General de Hermanos, que tuvo lugar el 19 de enero
de 1964, se resuelve apoyar unánimemente el proyecto de la Junta de Gobierno de
solicitar al Prelado de la Diócesis, en aquel tiempo don Manuel Fernández Conde
y García del Rebollar, su aprobación
para pedirle a Su Santidad Pablo VI la Coronación Canónica de Nuestra Señora de
los Dolores, en base a la gran devoción que el pueblo le dispensaba.
Aceptado el proyecto, la junta se pone manos a la obra para
reunir toda la documentación que se le había indicado en Palacio, y en el mes
de septiembre don Fernando Fernández de Córdova, el Hermano mayor, entregaba al
señor Obispo la petición formal a Roma de la Coronación Canónica. A partir de
aquí la hermandad, para no dejar nada al azar, constituye: un comité ejecutivo,
una comisión de hacienda, una comisión de protocolo y una comisión de cultos
que inmediatamente tomaron contacto con todas las autoridades de la ciudad para
solicitarles su apoyo y colaboración. En octubre de 1964 el Vicario General de
la Diócesis, don Juan Jurado Ruiz, hace entrega al Hermano mayor de un
telegrama, fechado en Roma en el cual se anuncia la concesión de la Coronación
Canónica por el Papa Pablo VI.
Y llegó el 5 de mayo, día en que la Señora sería llevada a la
Catedral para que allí se le ofreciese un solemnísimo Triduo. A las ocho de la
tarde la Plaza de Capuchinos se encontraba abarrotada de gente que acompañaría
en su itinerario a la Santísima Virgen que lucía con el manto azul de las
palomas, por petición expresa del señor Obispo. Hay que resaltar que el pueblo
de Córdoba se volcó con este acto engalanando calles y balcones. Alrededor de
las diez de la noche entró la Señora al Patio de los Naranjos y entre
enfervorizados piropos y vivas se adentró en la Santa Iglesia Catedral.
En el presbiterio de la Catedral permaneció la Virgen durante
los tres días en los que se le ofreció el Triduo:
-
El
día 6 de mayo por el ilustrísimo señor Obispo de Córdoba.
-
El
día 7 de mayo por el ilustrísimo señor Obispo de Jaén, don Félix Romero
Menjíbar.
- El
día 8 de mayo por el ilustrísimo señor Obispo Auxiliar de Sevilla, don José Mª
Cirarda Lachiondo.
El Día de la Coronación
Llegó el 9 de mayo y desde muy tempranas horas de la mañana
se detectaba un especial ir y venir de multitud de personas que se iban
acercando a los lugares donde se desarrollarían los actos de la Coronación.
Sobre las diez de la mañana se iniciaba la procesión hacia la explanada que
había justo enfrente del Hotel Palace , lugar donde se realizó el acto de la
Coronación. Durante todo el recorrido que hubo de realizar la comitiva, el paso
de la Señora fue acogido con enfervorizadas muestras de amor filial por los
muchísimos fieles que se encontraban en la calle. La entrada de Nuestra Señora
de los Dolores en la glorieta de los Alféreces Provisionales, donde se había
montado una plataforma para el acto, fue un clamor popular; las miles de
personas allí congregadas prorrumpieron en una salva de aplausos que se
mantuvieron sobre largos minutos.
La Misa de Coronación fue concelebrada, actuando como
oficiante principal el Cardenal Bueno Monreal. En la homilía, Bueno Monreal, se
dirigió al pueblo haciendo una brillante exposición sobre la universalización
del dolor de la Santísima Virgen, a la que le realizó un bellísimo canto. Una
vez finalizada la misa, el señor Vicario de la Diócesis dio lectura al Breve Pontificio
de la Coronación, y seguidamente, el Alcalde de
la ciudad pronunció un discurso en el que destacó la divina presencia de
la Señora sobre la vida en la ciudad y a la que solicitó su intercesión a favor
de la paz en España. A continuación, el señor Obispo de Córdoba dio lectura a
un mensaje que el Papa Pablo VI había enviado con motivo de este acto y una vez
terminó, los padrinos de la Coronación tomaron la corona y subieron al estrado
en compañía del Cardenal y del Obispo de nuestra ciudad, quienes entre vítores
de la multitud, coronaron a la Señora.
El estallido del fervor popular fue inenarrable, la banda
comenzó a tocar el Himno Nacional y justo en ese instante cientos de palomas
surcaron el cielo cordobés en un mensaje de amor y paz. A continuación el
Cardenal Bueno Monreal bendijo a la sagrada imagen y entonó la Salve,
impartiendo a la finalización de ésta la bendición Papal. Se dio por terminado
el acto con una ofrenda floral a la Santísima Virgen. El regreso de la Señora a
la Plaza de Capuchinos se constituyó en un apoteosis popular de júbilo y fervor
mariano. En ningún momento, desde que la Virgen había abandonado su morada, se
encontró sola. Siempre sintió a su lado el calor y el amor filial de los
cordobeses.