viernes, 26 de septiembre de 2014

Un paso con identidad propia

La impronta de la Virgen de los Dolores en su paso

Algo que actualmente sigue tan inmutable como la iconografía de Ntra. Sra. de los Dolores es su esencia en las calles, su paso carente de palio y su enorme peana, que hasta mediados del XIX era propiamente el paso. Cierto es que los viejos inventarios de 1700 nos hablan de unas andas y un palio, y también es de todos sabido que en 1874 se realizan una nuevas andas en plata de rul de ocho varales y palio. En cualquiera de los casos, y sin otros jueces que su pueblo, la Señora se presenta a día de hoy sin palio que la cobije. Como dice el aforismo popular cordobés: “el palio de la Virgen de los Dolores es el cielo de Córdoba”.

La Virgen de los Dolores en la plaza de la Compañía en los años 20.
Ntra. Sra. de los Dolores en 1923.

Si algo caracteriza al paso de la Virgen de los Dolores es su magnífica e imponente peana, sobre la que se alza la augusta Señora desde 1779. Esta es la pieza central en el esquema o la organización del paso (claro, que hablamos a excepción de la venerada dolorosa que es el centro de todo). Esta pieza responde a un estilo barroco, con grandes dimensiones, de madera dorada y policromada con cuatro medallones tallados con escenas de la Pasión. Dicha peana está decorada con seis ángeles, de los cuales, cuatro de ellos sostienen cuernos de la abundancia en los que se realizaban los adornos florales. La talla corresponde a Francisco Enríquez, los medallones al Hermano Agustín y los ángeles a Francisco Arellanos.

En la instantánea se pueden observar los seis ángeles así como la nube "sobre-peana".

La peana en su ultima restauración, donde se puede apreciar la talla y los medallones.


Esta pena presenta, también, una “sobre-peana” en madera tallada y plateada, que simula una nube. Esta “sobre-peana” no la luce actualmente en la estación de penitencia, pero si la hemos podido observar recientemente en los dos últimos besamanos de la Señora y en el último de ellos también observamos una pareja de ángeles con los cuernos ya restaurados. Característico, aunque no forma parte de la peana como tal, eran los candelabros arbóreos de guardabrisas que escoltaban a la Señora, los cuales regresarán algún día del olvido y de nuevo la custodiarán. Estos serían suprimidos por otros, que en vez de elevarse sobre la peana caen de esta, y que carecen de sentido. Seguidamente,  apenas dos o tres filas de candelabros se anteponían a la Señora y, tras la realización del paso actual, se ha visto aumentado el número de estos. Finalmente, el exorno floral, en sus inicios escaso pero elegante y llevado a cabo por los jardineros municipales. Distinto al actual que en cierto modo podríamos hablar de excesivo.



Este conjunto sin palio, con una peana en madera dorada de gran altura y candelabros custodiando a la Virgen, hacen de este conjunto, una señal de identidad inequívoca de siglos pasados y presentes en la Virgen de los Dolores, la cual difícilmente se ha dejado arrastrar por las modas y ha sabido mantener su impronta, a excepción de ciertos pormenores como el número de cirios y el exorno floral, más adaptado a la estética actual.


Fotografía en blanco y negro del pasado Viernes Santo.

lunes, 22 de septiembre de 2014

La Virgen de los Dolores en el mes de Septiembre por Manuel J. Ruiz

Así se encuentra la Señora para el mes de Septiembre, en el que se ha celebrado, por parte de la comunidad de religiosas, el Triduo de los Dolores Gloriosos. Estas imágenes corresponden a nuestro colaborador D. Manuel Juan Ruiz Iznájar. Queremos aprovechar para animar a todo el que quiera colaborar. Lo puede hacer a través de siervosdetusdolores@hotmail.com









viernes, 19 de septiembre de 2014

El manto azul “De las Palomas”

Segunda Parte: Los cordobeses, benefactores y jueces del manto

Domingo de Ramos. 3 de abril de 1898. Cinco de la tarde. A los sones de la marcha Real la Virgen de los Dolores traspasa el umbral de su casa. Se inicia el cortejo de una procesión extraordinaria con el único objetivo de lucir ante el pueblo, por primera vez en la calle, el manto azul de las palomas, estrenado por la dolorosa en el septenario de los Dolores Gloriosos del año anterior. Nos encontramos a finales del siglo XIX, tiempos difíciles para España con la pérdida de las últimas colonias y en vigencia aún el decreto del Obispo Trevilla para el desolado panorama cofrade cordobés.

El recorrido de dicha procesión extraordinaria fue: San Jacinto, Torres Cabrera, San Zoilo, San Miguel , Mármol de Bañuelos, Plaza de Osio , García Lovera, Letrados, María Cristina, Claudio Marcelo, Ayuntamiento, Plaza del Salvador, San Pablo, Barberos, Álamos, Juan Rufo, Alfaros y Cuesta del Bailío. El clamor popular no cesa de vitorear a la Señora de Córdoba y de piropear y bendecir al manto azul. El pueblo, único juez soberano de la historia, emitió su juicio aprobatorio y desde entonces el manto de las palomas pertenece a su patrimonio devocional. El paso de la Virgen se detiene ante la Iglesia de San Miguel, donde se entonó el Salve Regina, mientras el gentío lanza flores sin parar a la Santísima Virgen, pese a la prohibición dada por la propia hermandad para evitar el deterioro del manto. “¡Qué le vamos a hacer! ¿Quién le pone puertas al campo?”, son los lamentos consentidos con júbilo por el Hermano mayor.

-          “Don Ángel  (espeta el Teniente de Alcalde al Capellán), ¿El manto es una obra suya, verdad?”

-          “Bueno, verá usted, señor Usano. La Virgen saca por primera vez a la calle el manto azul y la saya roja, de acuerdo con la más clásica iconografía mariana. En efecto, yo he diseñado la traza de ambos pero las piezas han sido bordadas por la Hermana de la casa, Sor Catalina del Espíritu Santo con la ayuda de la señora viuda de Otero, doña Rafaela Barbudo. Hemos tardado más de año y medio en realizarlos y se han invertido 133 onzas de oro con 15 adarmes también en hilo de oro. Su coste total, descontando el terciopelo azul donado por la señora viuda de Calzadilla, doña Encarnación Barrionuevo, descontando también el importe de la saya, donada por la familia de Sor Visitación, la mano de obra y la dirección, ha sido de 10.299 reales con 48 céntimos, que como usted muy bien sabe, ha sido cubierto con la suscripción popular que hemos hecho”.


Aprovecha la ocasión el Hermano mayor para exponer los cuantiosos gastos que había originado la procesión extraordinaria y la precariedad de las arcas de la hermandad.

El edil del ayuntamiento tomó nota y al poco tiempo llegó una subvención de 1.000 reales.  Continúa el cortejo y  a la altura de la calle María Cristina, un joven se acerca al paso de la Virgen y con fervor desgrana un soneto a la Santísima Virgen:

“ Por las calles floridas y vistosas
como áureo sol sobre tus andas brillas
y en seductores rostros las mantillas
trazan juego de sombras misteriosas.
Más no envidian las joyas primorosas
tus hijas, al hincarse de rodillas,
sino las perlas que hay en tus mejillas
y que quisieran enjugar piadosas.
Llevas el manto azul de terciopelo
donde blancas palomas en tu duelo
te dan compaña con las alas quietas.
sigue el pueblo tu regio itinerario
y oyes cantar las místicas saetas
que recuerdan tu marcha hacia el Calvario.”

Al  terminar pregunta el Teniente Alcalde: “¿Quién es este muchacho tan sobresaliente en versos?”. El Capellán le responde, “se trata de Guillermo Belmonte, a quien conocí la semana pasada en la Real Academia acompañado de Rafael Romero de Torres y de mi hermano Enrique, grandes devotos de la Virgen de los Dolores, cuya inspiración les une”.

Y sigue el pueblo su regio itinerario, hasta que bien entrada la noche y ya en la Plaza de Capuchinos ante la muda cruz alzada sobre los barrios de la torería, su efigie traspasó la geometría de cielo y cal, hacia el camarín traspasado por los siete cuchillos…Con su manto azul, con el manto de las palomas, con el manto del corazón de Córdoba.



lunes, 15 de septiembre de 2014

El manto azul “De las Palomas”.

Primera Parte: Estreno “por todo lo alto”

El manto de las palomas es una de las piezas que en los años finales del siglo XIX diseñara, encargándose de su financiación y ejecución, el capellán y administrador del hospital de San Jacinto, el sacerdote Ángel Redel Sánchez. Entre estos elementos que salieron de su mano creadora destacan los visos y frontales de sagrario repujados en plata, la corona de diario y el actual retablo mayor de la iglesia. También es el creador de la disposición del tocado de Nuestra Señora de los Dolores, “el respeto por esas formas debe ser el eje principal en el ornato de la sagrada imagen”, afirma un contundente Pablo García Baena. Este eje principal al que alude el poeta pasa, sin lugar a dudas, por el negro como color exclusivo en el atavío de la dolorosa que se venera en San Jacinto. Trens afirma que el color negro, como reflejo de dolor y pena, no se aplica a la Virgen hasta época muy reciente y con toda impropiedad. Aunque en este caso,  Nuestra Señora de los Dolores, obra de 1719, viste del enlutado color desde sus inicios.

Pese a esa circunstancia, la aparición del manto azul de las palomas con saya compañera en color rojo fue acogida de buen agrado por todos, quizás porque ambos colores son los utilizados con mayor frecuencia por la iconografía mariana, dolorosa y letífica, en la historia del Arte.  Redel no pudo esperar a la finalización del bordado para dar a conocer, aunque solo fuese en parte, el trabajo que dirigía. Por este motivo, en el septenario de los Dolores Gloriosos de 1896, como ha quedado dicho, mostró su obra a medio concluir para calibrar el efecto que causaría. Así, la prensa de la época refleja que en dichos cultos “la soberbia efigie de la Virgen, vestida con nuevo y riquísimo manto bordado en oro sobre fondo azul y delantal rojo y oro, aparece majestuosa en su amplio camarín”



Preparando su exhibición
Al ofrecer resultados positivos esta prueba, Ángel Redel sueña ya con el estreno definitivo del manto y comienza a tocar las fibras necesarias en la sociedad cordobesa para estimular la celebración de este acontecimiento. A comienzo de 1897, en la Junta General de la hermandad, el secretario, Alejandro Ruiz Delgado, expone que << según tenía entendido, por parte del hospital se pensaba sacar en procesión en la fiesta de los Dolores Gloriosos a nuestra venerada imagen para que luciera el manto nuevo, que de limosnas le han hecho>>. Advertida la cofradía de las intenciones del capellán, ésta hace valer sus derechos de propiedad sobre la imagen que acababan de ser, una vez más, ratificados por el Obispado y acuerda que sea Ángel Redel quien lo solicite por escrito al Hermano mayor.
Pasa la cuaresma y la Semana Santa de 1897 sin novedad alguna hasta llegar septiembre de ese año, el momento esperado en el que el manto y la saya, totalmente concluidos, colmarían la expectación creada. La prensa, alentada por el incansable Ángel Redel en los días previos al septenario, caldea el ambiente ponderando la obra y anunciando que << si las grandes dimensiones del manto lo permitieran, quizás se expondría en el escaparate de alguna casa de comercio desde donde pudiera apreciarse, por todos, el valor artístico del mismo y la riqueza y gusto de su confección>>, desconociéndose si esta iniciativa llegó a cuajar.



Días después , el mismo periódico publica un curioso suelto cargado de opinión, algo muy común en la prensa de la época: “Celebrándose el domingo próximo los Dolores gloriosos de María, estrenará en su solemne septenario la devota imagen el hermoso y rico manto del que nos hemos ocupado y el vecindario desearía que la noche del sábado se celebrara una velada en la plaza y calles inmediatas en honor de dicha imagen, de la favorita devoción de Córdoba, ¿Sería tan amable el señor Alcalde que enviara la música municipal y mandara colocar los adornos propios de estas veladas? ¿Tendrían las empresas del Gas y de Casillas la bondad de dar la oportuna iluminación extraordinaria? El vecindario, que conoce la devoción y buenos deseos de la autoridad local y de dichas empresas tiene la seguridad de que no dejarán de prestarse a esta buena obra”.

Grandiosidad en los Cultos
Si la hermandad era la encargada de organizar los cultos de cuaresma, el hospital hacía lo propio en los de septiembre. Era en éstos, en los que el incansable Ángel Redel desplegaba su amplia capacidad creativa decorando no sólo el altar mayor y camarín de la Virgen con profusión, hoy inimaginable, sino exornando de manera fastuosa la totalidad de la iglesia en un modo que no ha sido superado todavía, tal y como nos describen minuciosamente las crónicas.

El capellán había logrado su objetivo. Durante todo el septenario no cupo un alfiler en la iglesia del hospital de San Jacinto. La afluencia de fieles y devotos fue tal que hubo que anunciar que en los cultos << no se permitirá entrar en la iglesia más sillas que las de mano y los catrecillos, a fin de evitar el abuso que viene cometiéndose en las puertas de los templos donde se celebran ciertos cultos, con el continuo entrar y salir de las personas que alquilan los muebles referidos>>. Además en el “espléndido lunch” que aquel año siguió a la anual fiesta del Colegio de Abogados, Ángel Torres y Gómez recordó a Ángel Redel que el año anterior, y con motivo de la celebración de la misma fiesta, hizo presente la necesidad de que, de acuerdo con el señor Obispo de la diócesis, se abriera una suscripción pública con objeto de que pudiera llevarse a cabo la ampliación del templo que, dijo, era muy reducido para encerrar entre sus muros a la imagen de la Virgen de los Dolores por la que el católico vecindario de Córdoba siente en todas las épocas grande fe, demostrada en el extraordinario culto de veneración que a todas horas se observa en su iglesia.



Al seguir en vigor el famoso decreto del obispo Trevilla, la Semana Santa de Córdoba se organizaba en esta época por una comisión municipal en la que participaban representantes de las hermandades. Estamos en la cuaresma de 1898, el momento en el que Córdoba, al igual que el resto de España, se estremece con las desalentadoras noticias que llegan de Cuba tras la voladura del Maine. En este año el presidente de dicha comisión era Abdón Usan, miembro a su vez de la cofradía de los Dolores. Éste expuso, en sesión ordinaria de la Junta de Gobierno del 15 de marzo de dicho año, que la mencionada comisión municipal abrigaba el pensamiento de que la Virgen de los Dolores hiciera estación de penitencia el Domingo de Ramos, en cuyo solemne acto podría lucir el nuevo y magnífico manto recientemente construido, interpretando así el deseo de la comisión juntamente con el vecindario. El Hermano mayor, Joaquín Velasco, agradece la intención y lamenta que <<sería imposible acceder, al menos en el presente año, a tan laudable propósito porque para sacar a la Stma.Virgen en procesión se necesitaba hacer un gasto muy superior a lo que los escasos fondos pudieran producir>>, respondiéndole el Señor Usano que el Ayuntamiento estaría dispuesto a subvencionar a la hermandad con 250 pesetas, cantidad que ésta aceptó.

Continuará…