viernes, 19 de septiembre de 2014

El manto azul “De las Palomas”

Segunda Parte: Los cordobeses, benefactores y jueces del manto

Domingo de Ramos. 3 de abril de 1898. Cinco de la tarde. A los sones de la marcha Real la Virgen de los Dolores traspasa el umbral de su casa. Se inicia el cortejo de una procesión extraordinaria con el único objetivo de lucir ante el pueblo, por primera vez en la calle, el manto azul de las palomas, estrenado por la dolorosa en el septenario de los Dolores Gloriosos del año anterior. Nos encontramos a finales del siglo XIX, tiempos difíciles para España con la pérdida de las últimas colonias y en vigencia aún el decreto del Obispo Trevilla para el desolado panorama cofrade cordobés.

El recorrido de dicha procesión extraordinaria fue: San Jacinto, Torres Cabrera, San Zoilo, San Miguel , Mármol de Bañuelos, Plaza de Osio , García Lovera, Letrados, María Cristina, Claudio Marcelo, Ayuntamiento, Plaza del Salvador, San Pablo, Barberos, Álamos, Juan Rufo, Alfaros y Cuesta del Bailío. El clamor popular no cesa de vitorear a la Señora de Córdoba y de piropear y bendecir al manto azul. El pueblo, único juez soberano de la historia, emitió su juicio aprobatorio y desde entonces el manto de las palomas pertenece a su patrimonio devocional. El paso de la Virgen se detiene ante la Iglesia de San Miguel, donde se entonó el Salve Regina, mientras el gentío lanza flores sin parar a la Santísima Virgen, pese a la prohibición dada por la propia hermandad para evitar el deterioro del manto. “¡Qué le vamos a hacer! ¿Quién le pone puertas al campo?”, son los lamentos consentidos con júbilo por el Hermano mayor.

-          “Don Ángel  (espeta el Teniente de Alcalde al Capellán), ¿El manto es una obra suya, verdad?”

-          “Bueno, verá usted, señor Usano. La Virgen saca por primera vez a la calle el manto azul y la saya roja, de acuerdo con la más clásica iconografía mariana. En efecto, yo he diseñado la traza de ambos pero las piezas han sido bordadas por la Hermana de la casa, Sor Catalina del Espíritu Santo con la ayuda de la señora viuda de Otero, doña Rafaela Barbudo. Hemos tardado más de año y medio en realizarlos y se han invertido 133 onzas de oro con 15 adarmes también en hilo de oro. Su coste total, descontando el terciopelo azul donado por la señora viuda de Calzadilla, doña Encarnación Barrionuevo, descontando también el importe de la saya, donada por la familia de Sor Visitación, la mano de obra y la dirección, ha sido de 10.299 reales con 48 céntimos, que como usted muy bien sabe, ha sido cubierto con la suscripción popular que hemos hecho”.


Aprovecha la ocasión el Hermano mayor para exponer los cuantiosos gastos que había originado la procesión extraordinaria y la precariedad de las arcas de la hermandad.

El edil del ayuntamiento tomó nota y al poco tiempo llegó una subvención de 1.000 reales.  Continúa el cortejo y  a la altura de la calle María Cristina, un joven se acerca al paso de la Virgen y con fervor desgrana un soneto a la Santísima Virgen:

“ Por las calles floridas y vistosas
como áureo sol sobre tus andas brillas
y en seductores rostros las mantillas
trazan juego de sombras misteriosas.
Más no envidian las joyas primorosas
tus hijas, al hincarse de rodillas,
sino las perlas que hay en tus mejillas
y que quisieran enjugar piadosas.
Llevas el manto azul de terciopelo
donde blancas palomas en tu duelo
te dan compaña con las alas quietas.
sigue el pueblo tu regio itinerario
y oyes cantar las místicas saetas
que recuerdan tu marcha hacia el Calvario.”

Al  terminar pregunta el Teniente Alcalde: “¿Quién es este muchacho tan sobresaliente en versos?”. El Capellán le responde, “se trata de Guillermo Belmonte, a quien conocí la semana pasada en la Real Academia acompañado de Rafael Romero de Torres y de mi hermano Enrique, grandes devotos de la Virgen de los Dolores, cuya inspiración les une”.

Y sigue el pueblo su regio itinerario, hasta que bien entrada la noche y ya en la Plaza de Capuchinos ante la muda cruz alzada sobre los barrios de la torería, su efigie traspasó la geometría de cielo y cal, hacia el camarín traspasado por los siete cuchillos…Con su manto azul, con el manto de las palomas, con el manto del corazón de Córdoba.