Primera Parte: Estreno “por todo lo alto”
El manto de las palomas es una de las piezas que en los años
finales del siglo XIX diseñara, encargándose de su financiación y ejecución, el
capellán y administrador del hospital de San Jacinto, el sacerdote Ángel Redel
Sánchez. Entre estos elementos que salieron de su mano creadora destacan los
visos y frontales de sagrario repujados en plata, la corona de diario y el
actual retablo mayor de la iglesia. También es el creador de la disposición del
tocado de Nuestra Señora de los Dolores, “el
respeto por esas formas debe ser el eje principal en el ornato de la sagrada
imagen”, afirma un contundente Pablo García Baena. Este eje principal al
que alude el poeta pasa, sin lugar a dudas, por el negro como color exclusivo
en el atavío de la dolorosa que se venera en San Jacinto. Trens afirma que el
color negro, como reflejo de dolor y pena, no se aplica a la Virgen hasta época
muy reciente y con toda impropiedad. Aunque en este caso, Nuestra Señora de los Dolores, obra de 1719,
viste del enlutado color desde sus inicios.
Pese a esa circunstancia, la aparición del manto azul de las
palomas con saya compañera en color rojo fue acogida de buen agrado por todos,
quizás porque ambos colores son los utilizados con mayor frecuencia por la
iconografía mariana, dolorosa y letífica, en la historia del Arte. Redel no pudo esperar a la finalización del
bordado para dar a conocer, aunque solo fuese en parte, el trabajo que dirigía.
Por este motivo, en el septenario de los Dolores Gloriosos de 1896, como ha
quedado dicho, mostró su obra a medio concluir para calibrar el efecto que
causaría. Así, la prensa de la época refleja que en dichos cultos “la soberbia efigie de la Virgen, vestida
con nuevo y riquísimo manto bordado en oro sobre fondo azul y delantal rojo y
oro, aparece majestuosa en su amplio camarín”
Preparando su
exhibición
Al ofrecer resultados positivos esta prueba, Ángel Redel
sueña ya con el estreno definitivo del manto y comienza a tocar las fibras
necesarias en la sociedad cordobesa para estimular la celebración de este
acontecimiento. A comienzo de 1897, en la Junta General de la hermandad, el
secretario, Alejandro Ruiz Delgado, expone que << según tenía entendido,
por parte del hospital se pensaba sacar en procesión en la fiesta de los
Dolores Gloriosos a nuestra venerada imagen para que luciera el manto nuevo,
que de limosnas le han hecho>>. Advertida la cofradía de las intenciones
del capellán, ésta hace valer sus derechos de propiedad sobre la imagen que
acababan de ser, una vez más, ratificados por el Obispado y acuerda que sea
Ángel Redel quien lo solicite por escrito al Hermano mayor.
Pasa la cuaresma y la Semana Santa de 1897 sin novedad alguna
hasta llegar septiembre de ese año, el momento esperado en el que el manto y la
saya, totalmente concluidos, colmarían la expectación creada. La prensa,
alentada por el incansable Ángel Redel en los días previos al septenario,
caldea el ambiente ponderando la obra y anunciando que << si las grandes
dimensiones del manto lo permitieran, quizás se expondría en el escaparate de
alguna casa de comercio desde donde pudiera apreciarse, por todos, el valor
artístico del mismo y la riqueza y gusto de su confección>>,
desconociéndose si esta iniciativa llegó a cuajar.
Días después , el mismo periódico publica un curioso suelto
cargado de opinión, algo muy común en la prensa de la época: “Celebrándose el domingo próximo los Dolores
gloriosos de María, estrenará en su solemne septenario la devota imagen el hermoso
y rico manto del que nos hemos ocupado y el vecindario desearía que la noche
del sábado se celebrara una velada en la plaza y calles inmediatas en honor de
dicha imagen, de la favorita devoción de Córdoba, ¿Sería tan amable el señor
Alcalde que enviara la música municipal y mandara colocar los adornos propios
de estas veladas? ¿Tendrían las empresas del Gas y de Casillas la bondad de dar
la oportuna iluminación extraordinaria? El vecindario, que conoce la devoción y
buenos deseos de la autoridad local y de dichas empresas tiene la seguridad de
que no dejarán de prestarse a esta buena obra”.
Grandiosidad en los
Cultos
Si la hermandad era la encargada de organizar los cultos de cuaresma,
el hospital hacía lo propio en los de septiembre. Era en éstos, en los que el
incansable Ángel Redel desplegaba su amplia capacidad creativa decorando no
sólo el altar mayor y camarín de la Virgen con profusión, hoy inimaginable,
sino exornando de manera fastuosa la totalidad de la iglesia en un modo que no
ha sido superado todavía, tal y como nos describen minuciosamente las crónicas.
El capellán había logrado su objetivo. Durante todo el
septenario no cupo un alfiler en la iglesia del hospital de San Jacinto. La
afluencia de fieles y devotos fue tal que hubo que anunciar que en los cultos
<< no se permitirá entrar en la iglesia más sillas que las de mano y los
catrecillos, a fin de evitar el abuso que viene cometiéndose en las puertas de
los templos donde se celebran ciertos cultos, con el continuo entrar y salir de
las personas que alquilan los muebles referidos>>. Además en el
“espléndido lunch” que aquel año siguió a la anual fiesta del Colegio de
Abogados, Ángel Torres y Gómez recordó a Ángel Redel que el año anterior, y con
motivo de la celebración de la misma fiesta, hizo presente la necesidad de que,
de acuerdo con el señor Obispo de la diócesis, se abriera una suscripción
pública con objeto de que pudiera llevarse a cabo la ampliación del templo que,
dijo, era muy reducido para encerrar entre sus muros a la imagen de la Virgen
de los Dolores por la que el católico vecindario de Córdoba siente en todas las
épocas grande fe, demostrada en el extraordinario culto de veneración que a
todas horas se observa en su iglesia.
Al seguir en vigor el famoso decreto del obispo Trevilla, la
Semana Santa de Córdoba se organizaba en esta época por una comisión municipal
en la que participaban representantes de las hermandades. Estamos en la
cuaresma de 1898, el momento en el que Córdoba, al igual que el resto de España,
se estremece con las desalentadoras noticias que llegan de Cuba tras la
voladura del Maine. En este año el
presidente de dicha comisión era Abdón Usan, miembro a su vez de la cofradía de
los Dolores. Éste expuso, en sesión ordinaria de la Junta de Gobierno del 15 de
marzo de dicho año, que la mencionada comisión municipal abrigaba el
pensamiento de que la Virgen de los Dolores hiciera estación de penitencia el
Domingo de Ramos, en cuyo solemne acto podría lucir el nuevo y magnífico manto
recientemente construido, interpretando así el deseo de la comisión juntamente
con el vecindario. El Hermano mayor, Joaquín Velasco, agradece la intención y
lamenta que <<sería imposible acceder, al menos en el presente año, a tan
laudable propósito porque para sacar a la Stma.Virgen en procesión se
necesitaba hacer un gasto muy superior a lo que los escasos fondos pudieran
producir>>, respondiéndole el Señor Usano que el Ayuntamiento estaría
dispuesto a subvencionar a la hermandad con 250 pesetas, cantidad que ésta
aceptó.
Continuará…