lunes, 15 de septiembre de 2014

El manto azul “De las Palomas”.

Primera Parte: Estreno “por todo lo alto”

El manto de las palomas es una de las piezas que en los años finales del siglo XIX diseñara, encargándose de su financiación y ejecución, el capellán y administrador del hospital de San Jacinto, el sacerdote Ángel Redel Sánchez. Entre estos elementos que salieron de su mano creadora destacan los visos y frontales de sagrario repujados en plata, la corona de diario y el actual retablo mayor de la iglesia. También es el creador de la disposición del tocado de Nuestra Señora de los Dolores, “el respeto por esas formas debe ser el eje principal en el ornato de la sagrada imagen”, afirma un contundente Pablo García Baena. Este eje principal al que alude el poeta pasa, sin lugar a dudas, por el negro como color exclusivo en el atavío de la dolorosa que se venera en San Jacinto. Trens afirma que el color negro, como reflejo de dolor y pena, no se aplica a la Virgen hasta época muy reciente y con toda impropiedad. Aunque en este caso,  Nuestra Señora de los Dolores, obra de 1719, viste del enlutado color desde sus inicios.

Pese a esa circunstancia, la aparición del manto azul de las palomas con saya compañera en color rojo fue acogida de buen agrado por todos, quizás porque ambos colores son los utilizados con mayor frecuencia por la iconografía mariana, dolorosa y letífica, en la historia del Arte.  Redel no pudo esperar a la finalización del bordado para dar a conocer, aunque solo fuese en parte, el trabajo que dirigía. Por este motivo, en el septenario de los Dolores Gloriosos de 1896, como ha quedado dicho, mostró su obra a medio concluir para calibrar el efecto que causaría. Así, la prensa de la época refleja que en dichos cultos “la soberbia efigie de la Virgen, vestida con nuevo y riquísimo manto bordado en oro sobre fondo azul y delantal rojo y oro, aparece majestuosa en su amplio camarín”



Preparando su exhibición
Al ofrecer resultados positivos esta prueba, Ángel Redel sueña ya con el estreno definitivo del manto y comienza a tocar las fibras necesarias en la sociedad cordobesa para estimular la celebración de este acontecimiento. A comienzo de 1897, en la Junta General de la hermandad, el secretario, Alejandro Ruiz Delgado, expone que << según tenía entendido, por parte del hospital se pensaba sacar en procesión en la fiesta de los Dolores Gloriosos a nuestra venerada imagen para que luciera el manto nuevo, que de limosnas le han hecho>>. Advertida la cofradía de las intenciones del capellán, ésta hace valer sus derechos de propiedad sobre la imagen que acababan de ser, una vez más, ratificados por el Obispado y acuerda que sea Ángel Redel quien lo solicite por escrito al Hermano mayor.
Pasa la cuaresma y la Semana Santa de 1897 sin novedad alguna hasta llegar septiembre de ese año, el momento esperado en el que el manto y la saya, totalmente concluidos, colmarían la expectación creada. La prensa, alentada por el incansable Ángel Redel en los días previos al septenario, caldea el ambiente ponderando la obra y anunciando que << si las grandes dimensiones del manto lo permitieran, quizás se expondría en el escaparate de alguna casa de comercio desde donde pudiera apreciarse, por todos, el valor artístico del mismo y la riqueza y gusto de su confección>>, desconociéndose si esta iniciativa llegó a cuajar.



Días después , el mismo periódico publica un curioso suelto cargado de opinión, algo muy común en la prensa de la época: “Celebrándose el domingo próximo los Dolores gloriosos de María, estrenará en su solemne septenario la devota imagen el hermoso y rico manto del que nos hemos ocupado y el vecindario desearía que la noche del sábado se celebrara una velada en la plaza y calles inmediatas en honor de dicha imagen, de la favorita devoción de Córdoba, ¿Sería tan amable el señor Alcalde que enviara la música municipal y mandara colocar los adornos propios de estas veladas? ¿Tendrían las empresas del Gas y de Casillas la bondad de dar la oportuna iluminación extraordinaria? El vecindario, que conoce la devoción y buenos deseos de la autoridad local y de dichas empresas tiene la seguridad de que no dejarán de prestarse a esta buena obra”.

Grandiosidad en los Cultos
Si la hermandad era la encargada de organizar los cultos de cuaresma, el hospital hacía lo propio en los de septiembre. Era en éstos, en los que el incansable Ángel Redel desplegaba su amplia capacidad creativa decorando no sólo el altar mayor y camarín de la Virgen con profusión, hoy inimaginable, sino exornando de manera fastuosa la totalidad de la iglesia en un modo que no ha sido superado todavía, tal y como nos describen minuciosamente las crónicas.

El capellán había logrado su objetivo. Durante todo el septenario no cupo un alfiler en la iglesia del hospital de San Jacinto. La afluencia de fieles y devotos fue tal que hubo que anunciar que en los cultos << no se permitirá entrar en la iglesia más sillas que las de mano y los catrecillos, a fin de evitar el abuso que viene cometiéndose en las puertas de los templos donde se celebran ciertos cultos, con el continuo entrar y salir de las personas que alquilan los muebles referidos>>. Además en el “espléndido lunch” que aquel año siguió a la anual fiesta del Colegio de Abogados, Ángel Torres y Gómez recordó a Ángel Redel que el año anterior, y con motivo de la celebración de la misma fiesta, hizo presente la necesidad de que, de acuerdo con el señor Obispo de la diócesis, se abriera una suscripción pública con objeto de que pudiera llevarse a cabo la ampliación del templo que, dijo, era muy reducido para encerrar entre sus muros a la imagen de la Virgen de los Dolores por la que el católico vecindario de Córdoba siente en todas las épocas grande fe, demostrada en el extraordinario culto de veneración que a todas horas se observa en su iglesia.



Al seguir en vigor el famoso decreto del obispo Trevilla, la Semana Santa de Córdoba se organizaba en esta época por una comisión municipal en la que participaban representantes de las hermandades. Estamos en la cuaresma de 1898, el momento en el que Córdoba, al igual que el resto de España, se estremece con las desalentadoras noticias que llegan de Cuba tras la voladura del Maine. En este año el presidente de dicha comisión era Abdón Usan, miembro a su vez de la cofradía de los Dolores. Éste expuso, en sesión ordinaria de la Junta de Gobierno del 15 de marzo de dicho año, que la mencionada comisión municipal abrigaba el pensamiento de que la Virgen de los Dolores hiciera estación de penitencia el Domingo de Ramos, en cuyo solemne acto podría lucir el nuevo y magnífico manto recientemente construido, interpretando así el deseo de la comisión juntamente con el vecindario. El Hermano mayor, Joaquín Velasco, agradece la intención y lamenta que <<sería imposible acceder, al menos en el presente año, a tan laudable propósito porque para sacar a la Stma.Virgen en procesión se necesitaba hacer un gasto muy superior a lo que los escasos fondos pudieran producir>>, respondiéndole el Señor Usano que el Ayuntamiento estaría dispuesto a subvencionar a la hermandad con 250 pesetas, cantidad que ésta aceptó.

Continuará…