Inmemorial es el hecho de que el color negro se asocie al
duelo por la muerte, tan inmemorial, como la imagen de Ntra. Señora a los pies
de la cruz, con un dolor para el que ya no quedaban más lagrimas. Quizás para
los cristianos este color sea un reflejo de lo que sintió María, y sea tal vez
una forma de unirnos a Ella y compartir su dolor. Pero no buscando el dolor
solo, sino tener como Ella la esperanza de dejar en las manos de Dios todo,
hasta lo más preciado que podamos tener.
San Jacinto es un reflejo de ello, entrar en la penumbra y
solo encontrar la luz donde está Ella, tan divina pero a la vez tan humana,
verla vestida de negro luto y su corazón traspasado por el dolor, que aún estos
hijos suyos le causan. Para nuestra dicha, tenerla a Ella es tener aun más
esperanza, es tener un puente, una abogada, una intercesora ante Dios, y no
sólo ahora ni tampoco solamente los que aún vagamos en este “valle de lágrimas”
, especialmente cuando sea ante Dios al único ante quien podamos implorar, como
indignos siervos suyos que fuimos.
La Virgen de los Dolores, para esta ciudad, no es una
devoción más, es su devoción y para muestra de ello quedarán las cientos de
orlas de cultos celebrados en su honor, en el que cada día la celebración
estaba costeada por familiares que pedían una misa para sus difuntos o su
incalculable joyero, exvotos sagrados de agradecimientos y rogativas. Es una
Sacra Imagen de Ntra. Señora que cada viernes de Dolores recoge en sus manos un
mar de penas y alegrías para presentárselas al Señor que mora en el mejor de
los lugares, y que en esta ciudad tiene su morada alumbrada por ocho tímidos
faroles.
Ir ante la Virgen de los Dolores, es ir ante la esperanza, saber
que siempre estará Ella y que algún día estaremos en su presencia para la
eternidad.