viernes, 7 de noviembre de 2014

Cuando el luto se hace esperanza.

Inmemorial es el hecho de que el color negro se asocie al duelo por la muerte, tan inmemorial, como la imagen de Ntra. Señora a los pies de la cruz, con un dolor para el que ya no quedaban más lagrimas. Quizás para los cristianos este color sea un reflejo de lo que sintió María, y sea tal vez una forma de unirnos a Ella y compartir su dolor. Pero no buscando el dolor solo, sino tener como Ella la esperanza de dejar en las manos de Dios todo, hasta lo más preciado que podamos tener.

San Jacinto es un reflejo de ello, entrar en la penumbra y solo encontrar la luz donde está Ella, tan divina pero a la vez tan humana, verla vestida de negro luto y su corazón traspasado por el dolor, que aún estos hijos suyos le causan. Para nuestra dicha, tenerla a Ella es tener aun más esperanza, es tener un puente, una abogada, una intercesora ante Dios, y no sólo ahora ni tampoco solamente los que aún vagamos en este “valle de lágrimas” , especialmente cuando sea ante Dios al único ante quien podamos implorar, como indignos siervos suyos que fuimos.

La Virgen de los Dolores, para esta ciudad, no es una devoción más, es su devoción y para muestra de ello quedarán las cientos de orlas de cultos celebrados en su honor, en el que cada día la celebración estaba costeada por familiares que pedían una misa para sus difuntos o su incalculable joyero, exvotos sagrados de agradecimientos y rogativas. Es una Sacra Imagen de Ntra. Señora que cada viernes de Dolores recoge en sus manos un mar de penas y alegrías para presentárselas al Señor que mora en el mejor de los lugares, y que en esta ciudad tiene su morada alumbrada por ocho tímidos faroles.


Ir ante la Virgen de los Dolores, es ir ante la esperanza, saber que siempre estará Ella y que algún día estaremos en su presencia para la eternidad.